«...El mercado municipal, o más bien el pecado municipal, es una tangente en el espacio tiempo, que ni los científicos más calificados de la NASA han podido explicar...»
El mercado municipal de Hermosillo, o más bien el pecado municipal, es una tangente en el espacio tiempo, que ni siquiera los científicos más calificados de la NASA han podido explicar. Para los curiosos, y hasta para los cosmonautas urbanos más experimentados, las horas se hacen más lentas al interior de aquel espacio que se mantiene en el centro de la ciudad del sol.
Las ensaladas de fragancias seducen los sentidos, provocando indecisión por cuál de todas las estaciones visitar primero. Pero no hay prisa, si hay algo que sobra en ese sitio, es tiempo. Con calma se puede degustar de las cremosas malteadas napolitanas, o de un café hecho en talega con azúcar y crema, o de los infaltables caldos recarga pilas: menudito, gallina pinta, cocido y hasta pozole color lava, y claramente acompañados con su respectivo pan torcido con mantequilla.
Aquí no sólo hay comida corrida y mariscos, se tiene hasta terapia psicológica gratuita y con años de respaldo. Con paladar satisfecho, y alta autoestima sale uno después de ser chuleado por las amables señoras, que lanzan versos a los transeúntes que a veces sólo pasan por ahí, o van a curiosear.
No obstante, algo bastante cierto, y de lo que tiene que cuidarse uno, es de las güeras rompe corazones que te manejan el kilo de carne a precios que por distraerte con sus dorados mechones, ni le regateas; sólo tomas y te marchas volviendo la cabeza para mirarlas a la distancia atendiendo ya a otro pobre diablo sin oportunidad.
El mercado municipal es la casa de todos. Hay un plato para el hambriento, un techo para el que tiene frío, y un oído para el que desea ser escuchado. Entre las ollas hirviendo carne con chile, hasta la embarrada de pierna para la torta, se genera un ambiente perfecto para una primera cita. Si el mercado hablara, de cuántas historias de amor podría contarnos qué es el principal responsable. Si llevas a esa persona especial por unos taquitos de cabeza con frijoles, salsita, cebollita, cilantro y limón, te prometo que caerá rendida a tus pies.
No hay quien se resista a la comida del mercado, y menos quien no encuentre un amigo o hasta familia nueva, en la gente que desde hace años está detrás del mostrador siempre con una sonrisa en el rostro y una mano extendida.
El tercer episodio de Degustando Barrio Sonora: Mercado Municipal - Gallina vieja hace buen caldo ya se encuentra disponible en nuestro canal de YouTube. Te invitamos a mirarlo aquí abajo. No olvides dar me gusta, comentar y suscribirte para no perderte los futuros episodios y todo nuestro contenido.
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